domingo, 26 de abril de 2009

tercera...

Le escribe a una actriz de teatro. Ella plagiaba a Shelley en una obra reciente. Y escribe monólogos para el año siguiente. Terminaba de vestirse para caminar al estadio. Y recibe el sobre. Con el nombre de Peter. Para Mi Gurú. Dice también. Se sonroja y sus dedos tiritan. Abre el sobre. Lee el mensaje. Plagio a Shelley. Monstruosa obra. Más monstruosa. Se escribe. Mi Gurú se sonríe y termina de leer. Agua tónica después del show. Ella se pregunta como se encontrarán. Nadie la conoce. Ni Peter. Ni ella a él. Sólo lo ha visto desde lejos. Ella cantando en medio del público. Y la imagen de Peter. Distorsionada por el humo y sus propios rituales sobre el escenario. Lo ha visto sentado en las gradas observando sus obras. Escondido de la gente. Ella también convoca. Público, perseguidor y fanático. Pero tiene fama de traicionera. Brillantina jamás pudo comprometerla. Ella sale y entra a la ciudad siempre que quiera. Lleva sus plagios y obras originales a todos los lugares donde le permitan actuar al aire libre. En la plaza central. Adora los espectáculos masivos en los que puede sentir como todos se desdoblan por alcanzarla. Traiciona a Persápolis. A las autoridades. A Brillantina. A Peter y a todos los obsesos necesitados de su teatro. Del que cuya puerta pende. Un cartel. Cerrado por VIAJE. Enfatizando. Haciéndose cargo de su actuar. Dueña y actriz de un teatro peregrino. Gitano. Nómada. Y gratuito.
Ella recuerda a Peter sentado. Con su cara semi-cubierta por el cuello de su abrigo. Relee el mensaje. Lo imagina cerca de ella. Hablándole. Con la orilla del vaso entre los labios. Ella con un cigarro. Encendido y tímido. Y la voz escondida. Aunque también ella es famosa. Peter la intimida. Se pregunta como sucederá. Brillantina siempre la observa. Más a su protegido. Guarda el mensaje. Bajo una caja de zapatos. Se mira al espejo. Una última mirada al teatro. cierra la puerta y corre al estadio.

sábado, 25 de abril de 2009

segunda parte....

Dos pasos hacia la puerta trasera iluminadísima de cascos policiales y dientes de oro. Otros dos hacia la puerta roja, la cortina rasgada. y los últimos dos acercándose a metros del zumbido. De las pirañas. De la ciudad entera que espera para lanzar latigazos. Pegajosos. Un Temblor en el tobillo flacuchento. El estadio entero se estremece cuando el foco principal del escenario le alumbra la cara. Deformes conchitas de mar. Abiertas y huecas. Sin perla, ni carne. Una cavidad acústica en la que Peter se recuesta y tuerce cada vez que entra en ella. Que a golpetazos de tacón fractura desde dentro y deja molerse al sol. De otro día.

El encargado de sus conciertos en la ciudad se abalanza. a las mejillas de Peter. A sus pómulos salientes. Que sonríen. Un abrazo estrecho entre ropas rasgadas y huesos. Cueros que comparten olores y cicatrices. De viejos amigos. De niñitos fantasiosos de distinta suerte. Brillantina. El glitter glue de los pasos de su artista estrella. El responsable del fervor de los muchachos y muchachas de Persápolis. Y Peter agradece con exclusividades, besos y propaganda para la ciudad.

Brillantina se abalanza sobre Peter y le entrega unos cigarrillos. Antes de adentrarse por el pasillo. Acercándose a la gente. Su amigo lo sigue. Vigilante. De cada segundo-movimiento. En el bolsillo de Peter sobresale una pluma. Y en los brazos de su asistente. Le hace morisquetas un cuadernillo y un fajo de sobres. Brillantina duda. El contrato es inviolable. Piensa. Lo perturba la idea de la traición. De la pérdida. De la distancia. De Peter lejos. De la ciudad sin publicidad. De su amante sin dinero. De deshecha su cara por los golpetazos. Que propinara su amante. Saque. La dueña de cada cosa en Persápolis. Dueña de cada mente y fijación de los glam. Peter se colaba por entre la mezcla papel-tinta. El contrato es inviolable. Se auto-convence. El contrato es inviolable. Se consuela. El contrato es inviolable. Asegura. Al mirar la sonrisa de Peter. Sereno y amigable. Vestido. Y listo para un par de cigarros. Unas palabras con Brillantina. Un trago de agua tónica sentados en el sofá del vestíbulo. La llegada de los demás integrantes de la banda. La explosión en su garganta. Y el titubear de su cuerpo rodeando la extensión del micrófono. Brillantina no duda. Su cara y amante. Duermen tranquilos. Ahogados con una almohada pesada de confianza. Peter descansa antes del show. Su pluma permanece en el bolsillo.

Los seguidores expectantes bailan con la música de telón. Un telón púrpura con sonido de guitarras y sintetizadores. La gente baila sudada. Y la música hace retumbar los vidrios y las uñas. Una mujer besa a un hombre. Vibrando un labio contra otro. Más distante del escenario. La policía hace sonar los dientes con el rebote de la melodía sobre ellos. Amedrentan a la gente. Seguidores angustiados por un lánguido baile de Peter. Torcido los cuerpos. Enredados unos con otros. Vigilan a los visitantes de las ciudades vecinas. Que mantengan el control. Que se enamoren de Peter. Que no regresen de donde vienen. Memorizan sus caras. Piden identificaciones. Chequean. Comprueban. Anotan. Archivan. Apuestan. La gente baila y disfruta. Engatusada por la estética de Peter. Su puesta en escena. Su banda. Su romanticismo oscuro. Su feminidad erótica. Sus facciones duras. Su cuerpo delgado. Su voz envolvente. Y líricas perseguidoras. Resonantes.

Los policías vigilan que todo ocurra. Tras bastidores Peter escribe incesante. Ansioso. Angustiada. Obseso. Apurada. Antes de salir. Antes de que despertara Brillantina. Antes de que el público comenzara a tocarlo. Y a ahogarla. Con los gritos. Chillidos lánguidos que tocarían. Su uñas. Y sacarían el esmalte. Escribía escapándose de los aplausos. Y de los pasos de Brillantina acercándose. Y de sus ojos que caerían sobre las palabras. Desconocidas. Para un desconocido. Atractiva. Y suplicante. Inquietante. insistente. Y amoroso. desconocida. apasionado. Sobre el papel excitado. Peter se apoya y delira. Con la fantasía. Con el humo cigarro-escenario entre los dientes convulsionando. Cierra el sobre transparente. Los aplausos y los pasos lo rodean y engullen. Y ella fantasea. Fantasea. El sobre se esfuma. Y él fantasea. Fantasea. Imagina al desconocida. Brillantina se acerca. Los gritos del público la carcomen presionando. Se levanta de la silla. Apaga el cigarro. Da un beso. Fantaseando desconocidamente. Escucha su nombre en forma de anuncio. Y corre.

P.E.T.E.R ( esto es parte de algo que comenzé a escribir en segundo de U.... y que aún sigue.

I

Una figura esquelética y suave. escupiendo polillas después de cada palabra pronunciada. ofrece concierto en Persápolis. El aviso aparece colgado de las ramas de los árboles. y de los brazos de los mendigos durmientes. La reacción masiva de los fieles peregrinando hipnotizados desencadena la furia de la crítica glam. . Falta brillo. Dicen. Falta color. Y un poco de alegría gratis.

La pista se repleta de gente sin espalda y con los tickets pegados a la boca. Y es que. todos dejan que ella se abalance sobre sus cuerpos y chupe obsesiones. que luego llegan hasta las puertas de sus casas. y se echan sobre el tapete de bienvenida. A Peter se le adhieren como cartílago continuando su columna. Se doblan y entrometen entre sus piernas. Como fanáticos asesinos. Fanáticos victimas de la voz ronca de gritos. y de la saliva amarga de la boca con besos de todos. Fanático obseso. Critico glam obseso: Falta brillo. Dicen. Falta color. Y un poco de alegría gratis Falta brillo. Dicen. Falta color. Y un poco de alegría gratis Falta brillo. Dicen. Falta color. Y un poco de alegría gratis Falta brillo. Dicen. Falta color. Y un poco de alegría gratis. Balbucean a la entrada del estadio. Le hablan a los perros que persiguen a las polillas. Con pedazos de abrigo de los reporteros en la conferencia de prensa. En sus bocas. Una cadena de traga-egos Sin embargo, los fanáticos corren. Se sacan todo el brillo, y gritan a Peter.
El sonido no sale aun por los parlantes. El sonido está afuera con los manifestantes. que piden estallidos de espuma y endulzante. No ecos de silbidos diluidos en la roca. No quieren a Peter dibujado en cada muralla de la ciudad. No quieren ninguna canción. en la radio que les recuerde. que bajo todo ese arco iris brilloso y el maquillaje, están las cenizas después del show. Y Cada vez que se acercan a la casa disquera para conseguir un record. Negación de la obsesión que los envuelve. Del estado de enamoramiento de la ciudad y la tierra que pisa. Y, aunque se lleve tan sólo gritos, criticas y algunos escupitajos en forma de coro. ella siempre vendrá. Es la ciudad que lo ama. lo amarra con sogas al portón de salida.
Los brazos de los seguidores se amarran haciendo nudos con las muñecas. Lo alcanzan cuando va a dar el primer paso. Y cruzar la linea. Pasar la reja. Un milimetro tras su espalda. Levantar la cabeza y mirar otra construcción. más lejana. Escuchar otros chillidos. Besar otras mujeres. Sentir otros abrazos. Ver otra gente. Sentir otra textura. Respirar un aire menos brillante y colorido. Persápolis sofoca y revive. Hace desfallecer a su estrella. Atándolo al escenario. a la estancia en la ciudad. Lo limita. Lo encierra. Lo apresa. Lo ahoga. Lo cubre. lo esconde. Lo protege. Lo sobre-esconde. Lo sobre-protege. Lo sobre- valúa. Lo super- valúa. Lo adora. Lo cultiva. Lo honra. Lo desea. Lo perpetúa. Lo hace brillar más que cualquier otro ser glam. Hace de él un enigma y deseo para las ciudades cercanas. Para sus fans distantes. Los obliga a visitar la ciudad. A colmar hoteles. Plazas. Restaurantes. A repletar el estadio. Y bolsillos. Municipales. Peter canta a los visitantes Amordazado por un compromiso infantil. Con aromas a té. Y colores sepia.